4º La Atalaya

16.08.2017

Creo que jamás olvidare ese nombre y esa noche, al llegar una urbanización en una ladera, imposible de montar tienda.
Nadie apareció en un buen rato , por lo menos eso me pareció a mi, quizás fueron minutos pero en ese momento sentí que fueron horas, a punto de anochecer.
El corazón me latía cada vez más fuerte por la impotencia, de pronto aparece un coche exaltados lo paramos, el buen hombre nos acompaña hasta una casa expropiada por el banco.
Cuando la vimos parecía que a las personas de la casa las habían teletransportado hacia dos minutos, había litronas, sabina estos de comida, ropa y muebles por todos lados.
Realmente daba asco y a la vez miedo dormir allí; sino hubiese sido por la tormenta, habría preferido dormir en un banco o en la acera.
Mirando con un poco más de detenimiento la casa encontramos una habitación sin trastos, cogimos dos colchones de la planta alta, los tapamos con el toldo para dormir sobre ellos, también unos ladrillos para hacer un fuego en la habitación; al no tener ni ventanas ni puertas era como dormir en la calle pero con un techo y alguna pared.
Esperamos a que se hiciera la noche para encender el fuego sentados frente a él cabizbajos sin mediar palabra, pensativos y tristes.

No se que pensó en ese momento Carla porque no hablamos pero creo que fue similar a la mía, me sentí como vagabundo, ocupa de un desalojo.
Ahogados por el humo del fuego sin posibilidad de levantarnos, ni de disfrutar aquel techo que nos ofrecieron para cubrirnos de la tormenta. Hicimos la cena unos lomos, que me supieron a paja, insípidos y no podía dejar de pensar en la situación en la que nos encontrábamos, en mi mente un claro pensamiento si el viaje va a ser así no quería continuar.
No podía dejar de dar vueltas a la misma idea, me decido ir a dormir para no sentir más, de pronto un ruido en la casa precedido de una fuerte luz, me asusto los perros ladran como locos; pienso quien será?, la poli?? Los dueños de la casa??.
Carla sin dudarlo sale a su encuentro, un hombre mayor en busca de algunas maderas y muebles, después de recolectar lo que necesitaba se despide diciendo que volverá a la mañana siguiente temprano.
Ahora si que no quiero pensar más ni sentir, me acuesto contra una de las paredes con Tommy a mis pies para sentirme a salvo de lo que pueda pasar.
Aunque duermo, me despierto muchas veces durante toda la noche, el viento hace rugir las ramas de los árboles.
Queda en mi cuerpo y cara una sensación d no haber dormido nada, pero intranquilo a las 7:00 me pongo en pie, como si hubiese hormiguillas querías salir de ese lugar cuanto antes, a las 7:30 empezamos a empujar las bicicletas por la cuesta que llegaba a la casa que tan fácil habíamos bajado la tarde anterior.
Había claridad pero el sol aun no daba en ese cara de la montaña, abrigados para soportar el frío mañanero nos dirigimos pedaleando hacia el sur, al girar en un cruce en las montañas de en frente una columna de agua las tapa casi por completo.
Reía de miedo, tapando mi verdadero sentimiento, para animarme y no pensar no paraba de decir tonterías, entre risas alguna verdad saldría porque Carla cambio de actitud.
Mientras pedaleabamos sorteabamos los baches de la carretera y buscábamos posibles lugares para refugiarnos ya que esa columna de agua no tenía pinta de amainar e íbamos ha cruzarnos con ella si seguíamos pedaleando en la misma dirección, de pronto llegamos a un pequeño pueblo.

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